SIN PELOS EN LA LENGUA

Las palabras

La soledad en que vivo me distancia de la vida y me acerca a las palabras. La sociedad en que estoy me aleja de la vida real y me ofrece una vida virtual, un teatro de la crueldad sexual ¿Es posible vivir peor? ¿He llegado al límite de la soledad? ¿Este cuerpo desierto, sin emociones, es el final? ¿Cómo has llegado hasta aquí, ridículo mirón? Lo único que me gusta es leer y mirar. Pero ¿qué puedo hacer con las palabras? Lo peor y lo mejor de todo son ellas. Demasiadas palabras, demasiadas interpretaciones, demasiados significados, demasiados sentidos para una sola palabra; pero a la vez, demasiada hermosura, demasiada emoción en una sola palabra. Siempre he sido un mirón empedernido y no quiero saber por qué ni para qué. Quiero seguir disfrutando de ser un mirón sin ninguna razón. Pero como la palabra es la que me impide disfrutar, ahora me voy a hundir en ella, mirón, la voy a mirar hasta el vértigo, mirón, hasta que quedemos aniquilados los dos, mirón, hasta saber todo de ella, de los que han hablado de ella, de cómo la usan, de por qué la usan en sus libros, de por qué pintan cuadros que se parezcan a ella, por qué la fotografían, por qué hacen películas con ella, por qué la imitan en sus programas de televisión, en sus páginas de Internet. Sí, me voy a hundir en ti, mirón, y voy a flotar agarrado a ti como un náufrago en el mar de las palabras, para que no me persigas más, para que pueda disfrutar mirando lo que yo quiera, cuando quiera, como quiera, sin que nadie me pueda ver a mí, sin que las palabras me puedan ver, perseguir, acorralar. Porque las palabras también tienen sus ojos, planean sobre la vida como los pájaros de Hitchcock, esperan cualquier debilidad para arrojarse sobre nosotros, nos están observando siempre, nos acechan constantemente y la palabra voyeur nos mira más que ninguna otra palabra.

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CANCIÓN Y EPITAFIO

Canción

Así vendrá la nieve, cuando suene el tambor en la tormenta, cuando caiga el amor y la tormenta, cuando duerma el terror, cuando duerma la luna y la cacería, las aves y la matanza, la carne y la ceremonia del tambor y las ratas, del amor y las ratas, del cuerpo devorado por los escombros.

Así vendrá mi amor, caminando por encima de las aguas. “Oh el amor mío se parece aun albatros colgado del cuello de un viejo marinero”, viene ebrio y dice adiós a la Muerte. “Oh el amor mío está herido como un albatros”, llega cayendo del cielo azul, manchando de sangre el cielo azul,  manchándose con el azul del cielo.

 

 

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CISNE Y CERDO

Viendo que el día no tenía ni pies ni cabeza, que la noche árida se escapaba por todas partes, que los ritmos del cielo y de la ciudad se juntaban sin hacerle caso a nadie, viendo que ya había hablado de tantas cosas, agarró su cisne enlutado y se fue al carajo.

Luchando con tu cisne (o con tu cerdo), toda la vida te la pasas luchando con tu ángel (o con tu demonio): lucha inútil, único sabor de la vida, la lucha con el cisne (o con el cerdo). Siempre luchan­do con tus deseos, con tus odios, santa puta, sensa­to hombre de negocios. Tú ángel, Tú demonio, Tú cerdo y cisne, razón y carnaval.

Un camarero amable te traiciona, con su mano de cisne te vuelve a poner un trago. Un criminal ama­ble te emociona, con sus palabras de hombre o de poeta, te habla de otros paisajes, de otra historia de amor, te enseña una vieja filosofía, en la cual cisne y cerdo son la misma cosa. Y te dejas morder el corazón por dos bestias que viven en el barro. Hijos del limo somos, sí, ¿y quién quiere ser hijo del mármol?

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POEMA DE AMOR

El poeta es la viuda del hombre. La viuda de todos los días llora frente al rostro pálido de su marido muerto. El muerto está desnudo. El desnudo muerto mira desde dentro. Desde dentro, sin que una sola palabra se le escape, habla al Universo que es donde se encuentran las palabras de la viuda. La viuda se acaricia los pechos. De los pechos de la viuda sale una leche caliente. La leche se derrama sobre la carne fría del cadáver. El cadáver está vivo por dentro. Por dentro circulan los planetas y los huevos fritos del desayuno de la viuda. Ha cocinado su propia vida, ha puesto en el frigorífico la comida del día siguiente. El día siguiente no llega nunca. Nunca tiene veinticuatro dientes. Cuando suenan las doce, se derrama de nuevo la leche del marido muerto. La viuda la recoge con una bandeja de plata. Entonces, cuando la leche que dio vida a tantos hijos de puta se convierte en espuma, la viuda sale de la casa. De la casa salen también todas las lagartijas. Las lagartijas toman el sol en el jardín que hizo el muerto. El muerto plantó palabras en forma de corazón. El corazón contenía la verdad de la vida. La verdad de la vida eran la viuda y el muerto haciendo el amor para que nacieran los insectos del jardín. El jardín se hizo rosa contra la voluntad de la viuda. La viuda, celosa de las estrellas, se pinchó los ojos con los clavos de Cristo. Cristo amó a la viuda y la hizo su esclava. La esclava fue crucificada en la autopista de la Historia. La Historia siempre fue la putilla que se llevó una vez el muerto sin que Cristo se lo hubiera permitido. Sin ser historia de nadie, yo fui la putilla del cadáver. Lo amé tanto que todo los días le lavaba los huevos y le acariciaba el pene para que se pusiera contenta la viuda, la esclava del Señor. Así convivimos dos mil años. Alguien me ha dicho que todos juntos hicimos un poema, un poema interminable, un poema de amor.  El amor fue el único tema de todos los poetas. La viuda leyó  todos los poetas y descubrió que todos hablaban de su amor… Estoy sola. El mundo es hermoso como la espalda de mi marido muerto…

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Dionisio Cañas

La balsa de la Medusa, 26-27, 1993

 

 

 

 

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